“Afligido estoy en gran manera; vivifícame conforme a tu palabra. Te ruego, oh Señor, que te sean agradables los sacrificios de mi boca y me enseñes tus juicios.” Salmos 119:107-108
La palabra “aflicción”, de acuerdo al diccionario, es una pena y tristeza profunda. Es algo así como una depresión. Actualmente hay una oleada de casos de depresión, es una enfermedad (si se le puede llamar así), que está proliferando mucho en nuestros días. Estar triste es común en todos los niveles sociales y culturales, parece ser que no respeta ni sexo ni edad. Es algo que verdaderamente llama la atención.
“La depre” puede durar unas horas o unos cuantos días, pero también hay quien la padece por unos meses o inclusive por años. Es una fuerza en contra de uno que quita las energías propias de seguir adelante. Por eso es muy difícil aconsejar a alguien que sufre de ella. Porque ni siquiera tienen ánimos para atender el consejo.
Y se que, si estás leyendo esta parte del estudio de Salmos 119 y estás pasando por una depresión, tendrás la tentación de decir lo mismo que otras ocasiones: “ni para eso tengo ganas”. Pero déjame terminar, porque creo que para muchos esta es una salida efectiva.
Leer la Biblia produce un efecto en nosotros que cobra fuerza entre más la leamos. Estudiar la Biblia tiene la capacidad de liberarte poco a poco de tu depresión. Es un antídoto efectivísimo contra la tristeza y la pena. Si no tienes ganas de leer, vale la pena que consigas una Biblia “hablada”, el caso es estar en contacto con ella.
El profeta Elías sufrió una gran depresión que casi lo lleva a la muerte, pero hizo dos cosas; dormir y comer, y así salió de su depre, comer, como hemos dicho puede interpretarse como alimentarse de la Biblia y “dormir” es descansar. No huir.
Después de que leas la Biblia descansa, el mismo poder creador de Dios se puede manifestar en tu vida al leer Su Palabra. Come y descansa en Él. Cuando menos te des cuenta tu depresión desaparecerá.
No digo que es el único remedio para la depre, pero sí, uno de los más efectivos.
Pero no sólo eso, el salmista sigue diciendo: “…que te sean agradables los sacrificios de mi boca…” esto es verdaderamente revelador, a veces cuando estamos sumidos en la más profunda de las depresiones, hablar es realmente un sacrificio. El autor de este salmo lo sabía, por eso dice en otras palabras: “mira Dios cuánto trabajo me cuesta hablar y aún así abro mi boca”
El otro paso que debemos dar es confesar la Biblia. Sí, sí, ya sé que no tienes ganas, haz como el salmista, un sacrificio para hablar y vas a ver la respuesta restauradora de tus ánimos.
Armando Carrasco Z.